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P. Lorenzo Roy o.m.i. (1924-2012).

Con gran pesar, la Provincia de Nuestra Señora del Cabo supo que el 10 de enero pasado acababa de perder en Ottawa a un compañero muy estimado, el padre Laurent ROY de 87 años de edad. Llevaba diez años residiendo en la Casa Deschâtelets, donde se retiró tras 22 años de vida misionera en Chile y de 27 años de servicio en la Administración General de Roma.

Nacido en Quebec en 1924, Lorenzo Roy cursaba sus estudios en el Seminario Menor diocesano, uno de los colegios de mayor reputación de la ciudad cuando, tras un profundo discernimiento solicita en 1945 la entrada al noviciado de los Oblatos de María Inmaculada. Dice sentirse atraído tanto por las misiones como por la vida de comunidad. Tras dos años de estudios de filosofía en el Escolasticado de San José de Ottawa, en 1948 fue llamado al Escolasticado Internacional de Roma para unirse a su comunidad en la inmediata posguerra y para hacer su teología en el Ateneo Angélico. Hizo su oblación perpetua el 16 de julio de 1949 en la casa de vacaciones de Roviano y fue ordenado sacerdote el 8 de julio de 1951.

Habiendo venido a los oblatos para responder a un llamamiento a las misiones extranjeras, Lorenzo formó parte del grupo de canadienses escogidos a comienzos de los años cincuenta para la nueva misión de Chile. Pronto será superior del Seminario Menor oblato de Antofagasta (1956-1958), después del Escolasticado interamericano de Santiago (1958-1968), para ser a continuación superior provincial de Chile (1968-1974). Al final de su mandato, renombrado por su vasta cultura, su preocupación por el orden y su talento para escribir, Lorenzo fue llamado a Roma para ser Secretario General de la Congregación (1974-1986); colabora especialmente en la preparación del imprevisto Capítulo General de 1974. ¡Cuántas reuniones en Roma y fuera de ella, cuántas cartas, informes, traduciones, se deben a su talento, su conocimiento de idiomas y su gran disponibilidad! Las obras de padre Roy siempre fueron valoradas por su precisión y presentación.  
Habiendo cumplido bien su mandato, la Casa General no quiso privarse de sus servicios y de su presencia fraterna, que era especialmente apreciada. Lorenzo acepta continuar durante otros 15 años su contribución excepcional al servicio del gobierno de la Congregación a título de asistente administrativo del Consejo General. Finalmente, a pesar de su delicada salud, antes de regresar a Canadá quiso celebrar en Roma sus 50 años de sacerdocio y vivir el Año Santo que marcaba el paso al nuevo milenio.

Lorenzo consagró  buena parte de su retiro como voluntario de los Archivos Deschâtelets y a la revisión de textos, los cuales sometía a su minuciosa y experta atención, especialmente los artículos a publicar en la revista “Vie Oblate Life”. Se le recuerda por su vasta cultura abierta a la Iglesia y al mundo, alimentada en gran parte durante su experiencia en Chile, luego en Roma y por los contactos y los desplazamietos que exigía su servicio. Lector asiduo, guardó un constante interés por las cuestiones religiosas y políticas. Llevaba en su corazón a la Iglesia en su pasado histórico y en su presente, así como el deseo de comprender mejor la evolución del mundo en  nuestros tiempos. Finalmente, le gustaban las obras que se destacasen por su calidad literaria como medio para mejorar la calidad de su propia pluma y de enriquecer las conversaciones.

A comienzos de enero, Lorenzo tomó de la biblioteca una obra reciente titulada “Creo en la 
resurrección de la carne”. Este libro lo encontraron en la cabecera de su cama tras su fallecimiento. Ahora conempla para siempre al Dios de su profunda fe y de su esperanza. Siervo fiel, recto, generoso, amado: que descanse en el gozo y la paz, seguro de la gratitud y gran recuerdo de la Congregación. (Alexandre TACHE)

Cortesía de P. Diego Sáez, omi

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